Construir con madera fue unos de los primeros usos que se le dió al recurso; ha perdurado el uso para esos fines y probablemente en algún momento terminemos de entender que es en muchos casos la forma más inteligente de construir. Muchos de los edificios más impresionantes del mundo son de madera. Es un material que tiene unas cualidades únicas en cuanto a su forma, color y estructura, que es, invariablemente, subvalorado o ignorado en los libros de historia de la arquitectura.
Vivienda unifamiliar, almacén, centro social, capilla, escuela, pabellón, se ha hecho absolutamente todo con madera y con unos resultados absolutamente espléndidos en algunos casos. Vamos a citar algunos casos específicos para que el lector pueda buscar imágenes o más información usando el motor de búsqueda de su preferencia.
Empezando con la arquitectura a base de juntas complejas pero deliciosas del lejano oriente, nos sobran edificios para mencionar. El Hokkedo, estructura más antigua de Toda-ji fue construido en el año 730 DC y es un ejemplo universal de buenas proporciones y conservación. El Salón del Fénix del Byodo-in, cerca de Uji, construido en el 1503, tiene un doble impacto de su perfección ya que se contempla conjuntamente con su reflejo en las aguas de un lago alimentado por el río Ují. Uno de los diseños más hermosos del período Muromachi es el Kinkaku-ji o Pabellón Dorado, erigido originalmente en 1398 para Yoshimitsu, tercer shogun Ashikaga. Ejemplos más recientes se pueden encontrar en dos obras maravillosas del gabinete de arquitectura Tadao Ando, el pabellón de Japón en la exposición universal de Sevilla en el 1992 y en el museo de la madera situado en la profundidad de los bosques de Hyogo, zona conocida por sus productos madereros de gran calidad.
Los maestros carpinteros japoneses, Daikus, han trascendido a través de los siglos por su dominio de la construcción en madera. Dominan las técnicas de ensamblaje, son maestros de las buenas proporciones y lo resaltan todo con una sencillez aguda.
El caso de Estados Unidos de América es diferente, en el sentido en que la combinación de recursos de calidad con unas manos experimentadas se hace mediante un proceso migratorio importante. Entre los primeros colonos procedentes del este y del sudeste de Inglaterra había una gran proporción de carpinteros. Los más destacados fueron probablemente los shakers con sus giros y tembleques frenéticos. Sus aptitudes para trabajar la madera con austeridad y disciplina dejó algunas estructuras impresionantes. El Round Barn, en Hanckock, Massachusetts, con su cúpula octogonal, es un ejemplo perfecto de la transmutación de lo práctico y eficiente en algo estético y noble.
En ese mismo país, fiel a sus excesos, se encuentran también muy grandes edificaciones de madera. El hotel del Coronado, en San Diego, tiene varios pisos, 46 metros de ancho por 76 metros de largo y fue construido en sólo 11 meses.
Un ejemplo más reciente, que ilustra perfectamente el renacimiento de la arquitectura en madera, es el centro Atlantic para las artes escénicas, en New Smyrna Beach, Florida. Este centro logró una integración con la vegetación y los pantanos cercanos digna de emular.
El caso del viejo continente es particular ya que sobran las experiencias, antiguas y recientes, dónde las proezas realizadas tanto técnicas como estéticas son difícilmente igualables. Los graneros de Cressing Temple, en el condado de Essex, Inglaterra, tienen vigas y arcadas muy trabajadas para soportar techos y nevadas considerables. Las iglesias y los ayuntamientos medievales, como las iglesias de St. James y St. Paul, en Marton Cheshire, y la maison d’Adam en Angers, nos dan una muestra de la destreza de los carpinteros medievales ingleses y franceses. Frente a la inclemencia de los elementos, el carpintero también ha sabido encontrar repuestas. Aquel que contempla los caseríos alpinos, como la casa Gosteli de Ostermundigen, siente que adentro de esas edificaciones nada le puede ocurrir. Termino esa lista de increíbles obras con dos edificaciones que literalmente cortan el aliento e ilustran de manera contundente las posibilidades y perspectivas de la madera como material de construcción. La primera es el centro forestal de Marche-en-Famenne, Bélgica, que parece salido de una producción cinematográfica de ciencia-ficción, y la segunda es el pabellón olímpico de Hamar, Noruega, con asientos para 13,000 personas y que cubre una extensión de 25,000 metros cuadrados.
Todas y cada una de esas estructuras son pruebas físicas irrefutables de la viabilidad de un material extraordinario y además renovable por lo tanto inagotable si se administra inteligentemente.