Cada vez que ocurre una situación de crisis en una planta nuclear tiembla el planeta. Hasta los más convencidos de la viabilidad y de la seguridad del nuclear civil se preocupan.
Es que, a menos que usted no coma ni beba y viva en una casa subterránea o con paredes de plomo, la radioactividad llega a todas partes, no avisa porque no tiene olor o color y dura muchísimos años.
Ciertamente la frecuencia de los accidentes, declarados, es relativamente baja, pero cuando estos ocurren las consecuencias suelen ser muy considerables por la cantidad de vida, animal y vegetal, afectada.
A pesar de ese innegable peligro latente y permanente, la industria del nuclear civil ha crecido mucho en los últimos 50 años, principalmente en tres países, Estados Unidos, Francia y Japón. Se ha convertido en un lobby muy poderoso con ramificaciones políticas y económicas estudiadas y debidamente aprovechadas.
De la misma manera, cada vez que ocurre un incidente notable en una planta nuclear se recrudece el debate en torno a ese modo de producción de energía eléctrica.
Sin embargo, mientras los ecologistas debaten, algunos políticos interpelan y la sociedad se preocupa, la industria del nuclear civil sigue su expansión y su evolución.
La tecnología actual usada en las centrales nucleares se fundamenta en la fisión de partículas, rompiéndolas en elementos más pequeños, y gracias a esta reacción en cadena conseguir energía térmica que activará generadores eléctricos.
El problema principal de esa tecnología es que produce bastantes residuos extremadamente radioactivos y por lo tanto peligrosos. Y no saben qué hacer con ellos. El segundo inconveniente, y lo estamos viviendo ahora, es el riesgo de fugas radioactivas que puedan presentar las centrales en casos de catástrofe natural, ataque terrorista o simplemente accidente industrial.
La industria nuclear piensa tener una solución, por lo menos parcial, a estos inconvenientes. Consiste a en lograr hacer funcionar a gran escala el principio de la fusión. A diferencia de la fisión, que divide, la fusión ensambla, construye, partículas haciéndolas chocar.
No es una tecnología nueva, la usa nuestra estrella más cercana hace 4,600 millones de años, pero tampoco es una tecnología fácil de replicar. Las temperaturas alcanzadas en los procesos de fusión, 150 millones de grados centígrados, hacen su aplicación muy difícil de realizar.
Sin embargo, la industria del nuclear civil tiene tantas esperanzas puestas en esa nueva tecnología que están construyendo un prototipo ya. Es el tercer proyecto más caro de la historia, 10,300 millones de euros, y se está construyendo en el sur de Francia, cerca de una falla geológica dicho sea de paso. Participan en ese proyecto la Unión Europea, China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos de América.
La fusión es considerada el santo grial de la producción de energía. En teoría, ese proceso físico, donde la materia llega a un cuarto estado llamado plasma, podría producir el poder energético equivalente a 350 litros de gasolina con 33 miligramos de deuterio que se obtienen de un solo litro de agua. Como no hay paredes de ningún material que puedan aguantar tales temperaturas, el confinamiento de la reacción debe ser magnético, usando un diseño ruso llamado tokamak. Así de complicada es la fusión nuclear.
Ahora, existe una tecnología simple para producir energía eléctrica que no irradia, no explota, no expulsa gases de efecto invernadero, no requiere petróleo, gas natural, carbón o uranio. Es la energía eólica, la que nos brinda la naturaleza de manera permanente e inagotable. ¿Por qué debemos exponernos a tantas vicisitudes, riesgos y efectos secundarios cuando tenemos una fuente de energía que ha probado su validez en los últimos años?
Ya existen algunos aerogeneradores capaces de producir 7 MW de energía eléctrica cada uno, suficiente para alimentar un pueblo pequeño.
La industria del viento lo tiene en popa, ha crecido un promedio de 28% anual durante los últimos 13 años. Hubo momentos en que la energía eólica produjo el 50% de la demanda puntual energética de España (8 noviembre 2009) y se siguen instalando grandes parques eólicos tanto en España como en el resto del mundo.
Así que, dejémonos de tantas complicaciones y pongamos molinos, grandes, medianos y pequeños. Además, lo peor que le puede pasar a una turbina eólica es que se caiga.