La fuerte corriente ecológica y ambiental que se está diseminando en las sociedades mediatizadas de este planeta ha traído consigo sus estereotipos. Desde los “tree huggers” hasta los “eco warriors” se ven todo tipo de manifestaciones, supuestamente a favor del medio ambiente y de los recursos naturales.
Detrás de algunas de esas iniciativas hay entes pensantes y éstas se traducen en mecanismos efectivos e inteligentes para un uso sostenible de nuestros recursos naturales. Por ejemplo, existe un organismo de certificación que garantiza las buenas prácticas forestales, llamado “Forest StewardShip Council” iniciado entre otros por el “World Wildlife Fund” y que está marcando un antes y un después en la historia de la producción forestal. A pesar de salir de un movimiento ambiental bastante radical; el FSC, quien tiene muchas representaciones en América Latina, ha logrado penetrar gran parte del mundo de la explotación forestal, desde los más depredadores hasta los más racionales.
Otras iniciativas se quedan en hechos aislados, lamentables y patéticos, como algunos eco-guerreros ingleses que colocan puntas de metales en los troncos de los árboles para que las maquinarias de los aserraderos exploten, dañando todo lo que se encuentra alrededor incluyendo a los operarios.
En medio de todo esto está el ciudadano Lambda que en muchos casos termina predicando un conservacionismo a ultranza sin entender realmente las implicaciones de sus prédicas. Lo que pasa es que ese discurso se queda en palabras porque aplicarlo implicaría un cambio drástico y fundamental en su vida.
Una de las opiniones más disparatadas y más común es: “yo no corto un árbol ni loco”; muy bien, me imagino que por lo tanto no usa madera en ninguna de sus actividades; no se crió en cuna de madera, ni come en mesa de madera, ni usa papel de ningún tipo, ni planea ser enterrado en un ataúd de madera.
Este mismo ciudadano Lambda despilfarra agua, tira basura en la calle, toma su vehículo para llegar a la esquina y luego, en sus encuentros sociales y en su vida diaria, desarrolla teorías sobre el calentamiento global y promociona su respeto inmaculado por la flora y la fauna.
Es tiempo de pasar de la teoría a la práctica, tiempo de abandonar las poses sociales y de adoptar hábitos reales y efectivos para la protección del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales. Es un ejercicio difícil porque va en contra de casi todo lo que nos inculca la sociedad de consumo. Es un ejercicio dónde debemos cuestionarnos permanentemente sobre las consecuencias de nuestras actividades.
Las prácticas de consumo como las prácticas de producción están cambiando rápidamente y es necesario tener cierto retroceso sobre las nuevas “tendencias” para entenderlas antes de asumirlas y defenderlas.
En el caso de la producción forestal existen nuevas prácticas silviculturales más compatibles con la conservación de la diversidad animal y vegetal pero que no dejan de garantizar una producción de madera consecuente y sostenible.
Debemos como ciudadanos dejar la hipocresía ambiental, predicar menos y practicar más el uso racional de nuestros recursos naturales. Es un esfuerzo difícil pero indispensable para la permanencia de nuestra raza en este planeta.