A lo largo de esta semana y a la luz de los eventos en la central nuclear de Fukushima, esta es la pregunta más recurrente en la población dominicana, la cual no tiene “cultura” atómica, por suerte a mi entender, que crecí bajo la amenaza de los misiles balísticos soviéticos y que viví el paso de la nube radioactiva de Chernobyl estando en Francia.
¿Por qué no la apagan y ya? sencillamente porque, contrariamente a una central eléctrica de combustibles fósiles, detener el proceso que genera la energía calorífica es bastante largo en el caso de las centrales nucleares. Las mismas razones que explican esa inercia calorífica son las que explican el atractivo de la energía nuclear.
Imagínese que usted tenga una cantidad relativamente pequeña de materia y que ésta siempre esté muy caliente, a cientos de grados centígrados y dure muchísimo tiempo caliente sin que usted tenga que alimentarla con nada.
Con esa materia muy caliente usted podrá transformar agua en vapor, mover turbinas y generar cantidades considerables de energía eléctrica. Un reactor nuclear puede producir hasta 1,000 Mw de electricidad, incluso más para algunos modelos.
Todo esto empieza con el proceso de fisión de la materia. Se llama reacción nuclear porque ocurre en el núcleo de los átomos y tiene varios actores. Lo que se va a fisionar son generalmente átomos de uranio y para ello usan neutrones que son partículas sin carga neta. Consiste en dividir un núcleo pesado en dos o más núcleos pequeños. Se consigue fisionar el núcleo bombardeándolo con un neutrón y esa misma fisión producirá dos o tres neutrones, los cuales a su vez repetirán el ciclo y así conseguimos la famosa reacción en cadena.
La fisión de esos núcleos es un proceso que produce mucho calor pero que debe ser controlado. Mientras ocurre la reacción en el corazón del reactor, el operador de la central debe poder controlar esa población de neutrones que andan dividiendo átomos; para eso se usan unas barras de control que penetran el corazón del reactor en la medida en que sean necesarias para mantener la reacción segura y óptima. Esas barras de control que son comúnmente de boro actúan como una “esponja” de neutrones, que permite regular la reacción en cadena.
En caso de ocurrir alguna emergencia o sencillamente de querer apagarlo, el operador introduce completamente las barras de control en el corazón del reactor para detener la actividad nuclear. En el caso de Fukushima, la magnitud del seísmo activó de manera automática la colocación de esas barras de control; pero la actividad de los productos de la fisión produce un calor residual equivalente al 6% de la potencia nominal del reactor, por lo tanto se debe seguir bombeando un refrigerante para ir eliminando ese calor residual.
En el escenario japonés esa capacidad de bombeo fue grandemente afectada por los daños causados por el tsunami que impactó la central; las instalaciones se quedaron sin energía eléctrica, sin generadores de emergencia y después de unas horas sin baterías de emergencia. La falta de enfriamento de los reactores y de las piscinas de almacenamiento del combustible causó un aumento considerable de la temperatura del combustible nuclear, con riesgos de que se reiniciara la reacción en cadena, sin control esta vez y se llegara al muy temido “melt down” como ocurrió en Chernobyl. Como pueden apreciar, el principio de la energía nuclear es simple, pero su aplicación es complicada y delicada hasta en condiciones normales. En Fukushima vemos lo que pasa en condiciones anormales, la energía nuclear es tanto poder que es muy difícil garantizar su control, a tal punto que apagarlas se convierte en un dolor de cabeza.